Si en esta ocasión, alguien repite el comentario, le daré la razón.
A veces, a los jabones les hago añadiduras. Esta vez, he partido de un bloque, bueno, de un bloquecito y le he quitado partes, salvando las distancias, al igual que hizo Miguel Angel con aquél pedazo de mármol y creó el David.
La gran diferencia es que su obra persiste y persistirá quien sabe hasta cuando y la mía es efímera e irá desapareciendo por algún desagüe. ¡Que fin más triste!
Me queda la esperanza de que quien lo use, disfrute de sus aceites: Oliva, coco, aguacate, karité…
Y de sus aromas: Romero, lavanda, limón.
Ese color, casi a hierro oxidado lo da el café de Jamaica que me trajo Karlegas y que reemplazó al agua de la sosa.
Yo he tenido la gran fortuna de contemplar esa maravillosa obra que es el David.